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Insistimos sobre las diferencias entre gozo y buen humor

Nov 20, 2021

Desde este espacio venimos sosteniendo que hay un abismo entre el andar de buen humor y el estar siempre gozosos, en paz, en serena libertad, en contentamiento, seguros y confiados en el Señor.  

Lo conocido como buen humor no es más que una reducción, una simplificación de las delicias espirituales otorgadas por una vida en el Señor.

El gozo en el Señor no tiene ningún punto de contacto con la diversión, el entretenimiento o el buen humor. Insistir en esas comparaciones lo único que expresa es que no se conoce ese deleite espiritual, que no se lo ha experimentado.

El gozo en el Señor no es una intensificación de los sentidos o un éxtasis emocional; por el contrario, es salir espiritualmente de todo lo sensorial y tocar con la punta de los dedos el Reino de Dios.

¿Cómo confundir el verdadero gozo con algo sensorial como la “risa santa”, la “borrachera espiritual”, las lenguas misteriosas, gritos, el baile frenético, saltos, convulsiones, revolcadas o gritería?

El gozo es la vibración del alma ante lo divino, es el Espíritu que mora en nosotros regocijarse en comunión con Su presencia. Es donde se terminan las palabras, porque no existe lenguaje que pueda describirlo. Es un anticipo de cielo. Es luz divina sobre nuestra bancarrota espiritual. Es entender el mensaje de la cruz del perdón y la reconciliación. Es la certeza de que nuestro nombre está escrito en el Libro de la Vida y que hay corona esperándonos.

¿Los herederos del “varón de dolores, experimentado en quebranto” somos unos bromistas? Nada sagrado se manifiesta mediante el humor, ni ayuda a edificar la santidad del Cuerpo.

¿O no conocemos el destino de los que andan con una mente reprobada para hacer cosas que no convienen y los que se complacen con ellos? (Romanos 1:28-32)

¿No estamos advertidos sobre participar de las obras de las tinieblas y lo vergonzoso que es hasta hablar sobre lo que otros hacen en la oscuridad? (Efesios 5:11-12).

¿No nos avisó Pedro que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias? (2 Pedro 3:3-4).

¿No advirtió Judas que … en los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus propias pasiones impías. Estos son los que causan divisiones y se dejan llevar por sus propios instintos, pues no tienen el Espíritu (Judas 18-19).

¿No debemos evitar las irrespetuosas y vanas palabrerías? (2 Timoteo 2:16).

Pese a estas exhortaciones, muchos insisten  en usar y abusar del humor mundano, incluso desde el púlpito, como un recurso “útil y valioso para adornar una prédica”, como dicen algunos. Otros alegan poseer un “don” o “una capacidad especial” para ver todas las cosas con humor; también hay quienes aseguran que es bíblico, sin poder mostrar siquiera un versículo de respaldo; pero recurren a las hipérboles y paradojas de Jesucristo en Mateo 19:23 y 23:24- 27; Marcos 11:23 o Lucas 17:24-26 llamándolas “fino sentido del humor”.

Lo que que se pasa por alto, es que el “sentido del humor” se refiere a la disposición de una persona a las bromas y risas, como un hábito social y/o cultural. El “humor” no viene naturalmente con las situaciones, se lo agrega el hombre, buscando un efecto en el prójimo en beneficio de su carácter, imagen o propósito personal. Es un rasgo de su temperamento. Una creación propia. No hay humor en la naturaleza, el hombre lo inventa y lo aplica. El hombre valora a través del humor lo que considera inferior, reprobable, imperfecto o inentendible, al tiempo que establece una posición personal, una opinión sobre el tema del que ríe.

Y cuando empezamos a rastrear bíblicamente la importancia del sentido del humor en la vida evangélica, el camino se hace aún más cuesta arriba: No figura entre los frutos del espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza); no es uno de los atributos del verdadero amor, que sufre, cree, espera, soporta, es benigno, no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita no guarda rencor; no se goza en la injusticia, más de goza en la verdad; no forma parte del culto racional y la renovación del entendimiento; no forma parte de los cinco ministerios de la iglesia ni es alguno de los dones del espíritu Santo (sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y el temor de Dios). No está entre los dones, ministerios y operaciones del Reino. No se cuenta entre los atributos de Dios, de Jesucristo ni del Espíritu Santo.

Tampoco forma parte de las bienaventuranzas de Jesucristo para los que lloran, los pobres en espíritu, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los compasivos, los de corazón limpio, los que trabajan por la paz y los que son perseguidos por causa de la justicia. ¿Qué bienaventuranza hay para los que ríen, se divierten o divierten a los demás?

Sigamos buscando: los dichosos, según la Palabra, son los que no siguen lo malo, los que escogen servir y obedecer, los que se refugian en Dios, los que le temen y le sirven o los que tienen sus esperanzas solo en Él. ¿Acaso usted los imagina haciendo chistes en los altares o siendo los graciosos de la congregación, los que repentizan bromas con cualquier tema o los que sacan a relucir su ingenio para lucirse?

Un recurso del enemigo

Entonces, ¿dónde encontramos el sentido del humor en las escrituras? Pues, en los adversarios de Dios: en Satanás y sus seguidores. Es uno de sus rasgos notables y herramienta de acción. En La Biblia aparece 56 veces el término o el concepto de burla o risa, siempre asociado con lo malo o el error.

En el mundo, el sentido del humor va asociado a los deseos de la carne y de los ojos, la imprudencia de la lengua y la vanagloria de la vida. Nada bueno por donde se lo mire. Pero los que proponen una vida cristiana llena de ocurrencias, chistes y salidas graciosas para llamar la atención de los hermanos y mantenerlos despiertos, olvidan que esos son recursos de los que siempre ha echado mano el diablo, no los profetas, no los apóstoles, no el Espíritu Santo, no Cristo y, menos aún, Dios.

Decir que Jesucristo era satírico, sarcástico o irónico es una blasfemia. Decir que Dios no carece de sentido del humor, es otra.

Llanto, lágrimas, gemidos, lamentaciones, quebrantamiento y aflicción son acciones que mueven las potencias del cielo, de lo eterno y de lo santo. Hay poder en las lágrimas. El fuego del infierno se apaga con lágrimas. Las lágrimas limpian vidas.

Que no andemos portando una sonrisa perpetua en el rostro de ninguna manera significa que estemos frustrados, amargados, temerosos o derrotados. Pararse ante lo sagrado no requiere de humor: demanda solemne sinceridad.

Bien dice 2 de Corintios 6 que a los ministros de Dios se les recomienda mucha paciencia en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos, en pureza… como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. ¿Cómo hacemos encajar el humor entre todo lo anterior?

La farándula cristiana

Pero la consigna de moda parece ser “romper el hielo”, atraer la atención o mantenerla. Queriendo ser empáticos, solo somos simpáticos y graciosos. La forma, la apariencia, desplaza al contenido. Creemos que el oficio de ganar almas requiere que seamos frívolos. Nos acercamos con carisma, risas y ocurrencias y después no sabemos cómo cambiar la expresión, cuando tenemos que hablar de pecado, de justicia, de juicio o del infierno.

¿Será por eso que la nueva farándula “cristiana” no predica sobre esos temas y los ha hecho desaparecer de sus agendas?

Tristemente, muchas congregaciones han dado lugar a espacios de entretenimiento, a los que llaman “ministerios”. Admiten alabanzas que celebran temas del mundo o del hombre y no a Cristo; chistosos que se especializan en banalizar el pecado; han traído el baile y la expresión corporal a los altares; crean contenidos para internet donde presentan el error, la degradación espiritual y las herejías como tema de risa.

Todos estos “ministerios” son motivo de confusión para los creyentes y los incrédulos, ya que son permisivos con la homosexualidad, las adicciones, el adulterio, el divorcio, las apuestas, el alcoholismo, la fornicación, los fanatismos, la política, la traición, los accidentes, los delitos y muchos otros males. Todo es tema de risa. La pregunta es: ¿cómo llamar al arrepentimiento, cómo convencer de pecado, si antes nos reímos de las conductas y hechos que la Biblia condena?

Vale un solo hecho real para valorar los alcances de esta situación: una iglesia de EE.UU. anunció la presencia de un “humorista evangélico” para un encuentro congregacional. La sala se llenó; pero hubo un problema con el programa y otro predicador se presentó previo al humorista. Fue recibido con una ovación y cada una de sus enseñanzas arrancaba risas y aplausos. Esto lo llevó a detener su prédica para preguntar qué pasaba, ya que estaba refiriéndose al pecado, la ira de Dios y la condenación eterna. La respuesta era simple: estaba ante un auditorio repleto de gente que fue a pasar un buen rato y predispuesta a interpretar cualquier cosa que recibiera como motivo de risa, incluidas las advertencias divinas. A esto hemos llegado.

Risas vs. Lágrimas

El mundo considera el buen humor  como un rasgo atractivo de personalidad. Pero Dios no pide personalidad sino fe. ¿Qué fe se expresa mediante el humor?

El humor no agrega fuego a una prédica, la enfría; debilita el foco espiritual y lo desvía hacia las risas, deja la enseñanza y va en pos del entretenimiento. Todo esto en el microsegundo de una frase graciosa, de un chiste, de una salida ingeniosa.  ¿Cómo puedo esto edificar el cuerpo?

El humor sale de la mente. El Evangelio sale del Espíritu. Por consiguiente, de las riquezas del corazón habla la boca.

Jesucristo nos enseñó que por su nombre habrá división a las familias y que los que creamos en Él seremos perseguidos, padeceremos y hasta conoceremos la cárcel. Y algunos sacan chistes de esto. Le encuentran el costado risible. Dios tenga misericordia de ellos y de los que celebran sus desatinos.

Las iglesias, sobre todo las pentecostales, viven pidiendo avivamiento. Y al mismo tiempo, son las que más humor y entretenimiento bajan desde los púlpitos. ¿Creen que avivarán el Espíritu siendo graciosas y populares?

¿Participamos contando chistes de los sufrimientos de Romanos 8: Hambre, peligro, desnudez, espada, angustia y tribulación?

Los que se burlan de las aflicciones ajenas están en todas partes: la TV, internet, los celulares, los Medios, los cines, la calle, los bares, los clubes, las reuniones familiares y sociales. Todos se reúnen para reír y pasar un buen rato. El humor es el auto-consuelo ante la adversidad, sin importar qué dice La Biblia sobre cada tema. Algo parecido a lo que sucede con el sexo libre, las malas palabras, el adulterio, el divorcio, el chisme y demás.

Pero el propósito de Dios para el hombre no son el contento, la realización personal ni la felicidad, sino la santidad. La santidad es la que hace que nos parezcamos a Él… no nuestro sentido del humor.

Hermano/a: en la tierra, una lágrima pesa casi nada. Pero las lágrimas del clamor de los santos -todas juntas- son un torrente arrollador que sube al cielo y es ofrenda grata a nuestro Señor. ¿Puede el humor producir este efecto sobre lo eterno?

Lágrimas y sangre nos dejó Aquel que nos amó. Esas fueron sus armas, su escudo, su potencia, su sello, su legado. Venció al mal, la muerte y el infierno con una fe inquebrantable, lágrimas y sangre, no con buen humor, ni contando chistes. 

C.C.