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La fe de las desventajas

Oct 26, 2021

Ser cristiano evangélico debe ser uno de los desafíos confesionales más difíciles.

Debemos entender la existencia de un Dios Trino (unidad conformada por tres personas divinas indivisibles); adoptar la única fe existente que ofrece salvación por Gracia y no por obras; renunciar a nuestro ego cargando una cruz personal para seguir a nuestro líder; nuestro testimonio debe aspirar a emular a un ser perfecto; amar a nuestros enemigos y orar por ellos; ofrecer la otra mejilla y no resistir a los que abusan de nosotros o nos lastiman; considerar el sexo solo dentro del matrimonio; sujetarnos a nuestras decadentes autoridades y orar por ellas; ejercer dominio propio sobre nuestras pensamientos, expresiones y acciones; considerar todo lo material de nuestra existencia solo como una “añadidura” a las riquezas espirituales y caminar por una senda estrecha de santidad, de lucha a brazo partido contra el pecado, transitando una senda también estrecha hacia la vida eterna. En pocas palabras, ir a contrapelo del mundo de todo lo que –por consenso- se considera práctico, aceptable, conveniente y divertido.

Habrá una sola vida para lograr lo anterior y la paga por desobedecer será el tormento eterno en un lugar difícil de describir por lo espantoso.

Todo bajo la soberanía de un Dios que ofrece libre albedrío absoluto para elegir nuestros caminos y que llama a muchos y escoge a pocos. No ofrece atajos, letras chicas, permitidos, excepciones ni puertas de servicio para lo que está establecido en un solo libro sagrado.

Suena abrumador, ¿no?

Incluso, el propio Evangelio parece un guión malogrado para una película destinada al fracaso de taquilla: Su protagonista –profetizado como “varón de dolores, experimentado en quebrantos”- nace en un humilde establo después de haber trastornado la existencia de su madre y del esposo de su madre; desde niño, tiene que huir para que no lo asesinen; no organiza ejércitos, no reúne fondos ni convoca patrocinadores para su misión, no tiene bienes ni propiedades, no mata ni aporrea a nadie. Sus propios seguidores no entienden casi nada de lo que transmite en vida, mientras sus enemigos le discuten todo; se dedica las 24 horas del día a enseñar, sanar y perdonar a ingratos que –en su mayoría- no le otorgan el mínimo reconocimiento tras obtener lo que piden. En los momentos difíciles lo dejan solo y hasta lo niegan, mientras Él calla ante los que lo llevan de aquí para allá para someterlo a juicios juicios amañados. Sufre lo indecible en el martirio de la cruz, a la que llega con lo puesto y después de haber sido superado en popularidad por un malhechor de la peor ralea. Encima, cuando resucita (como había anunciado varias veces), todos dudan y hasta reclaman ver y tocar para creer.

Este anti-héroe, que parece surgido del reino de los despropósitos es, sin embargo, el Rey de Reyes y Señor de Señores, cuyo Nombre está sobre todo nombre, el único ser humano en quien Dios dijo hallar complacencia y el único intermediario entre el Creador y el hombre. Es Su hijo obediente, perfecto, amado y piedra angular de una iglesia santa, cuyos miembros están dispuestos a padecer sus persecuciones, para ser perfeccionados, afirmados, fortalecidos y establecidos para Su gloria.

Un marco de referencia realmente desventajoso, para un mercado de creencias que ofrece una amplísima autopista de oportunidades para disfrutar una vida libre y sensorial, más un abanico inagotable de comodísima relatividad moral, que se acomoda a lugares y circunstancias para que prevalezca la voluntad del hombre.

Veamos algunos ejemplos:

  • El catolicismo ofrece la certeza de que “todos somos hijos de Dios”, sin requisito alguno; un clero que interpreta La Biblia para seguidores que no quieren leerla; un purgatorio (estación intermedia donde limpiar los pecados cometidos en el mundo, mediante la intervención de parientes y amigos); un libro de doctrinas morales elásticas (el catecismo) y un cuerpo colegiado para ir haciendo ajustes a dichas doctrinas (el magisterio); el sacramento de la confesión (donde podemos contarle nuestros pecados a un tercero, que nos perdonará sin más requisito que repetir unos rezos repetitivos para después seguir haciendo lo que queramos); un panteón de santos intercesores para todos los gustos; un montón de reliquias y amuletos mágicos; la posibilidad de recurrir a la madre de Dios –que consideran Reina del Cielo y Madre de Todos- como mediadora; un montón de lugares sagrados para hacer turismo por todo el mundo y novedades agradables todo el tiempo, como que ahora ya no existe el infierno y que todos serán salvos, independientemente de cómo hayan vivido.
  • El hinduismo, por su parte, ofrece un ciclo interminable de vidas. Nadie muere o desaparece para siempre, solo cambia. Se puede practicar la poligamia y lo único vedado es comer carne de vaca y de otros animales sagrados que se veneran, como ratas, monos, elefantes y serpientes. Disponen de 330 millones de dioses y una cantidad similar de opciones sobre cómo vivir, sin otro límite que el de la propia conciencia. Tienen como contraindicación el tema de las castas; pero ya casi nadie le presta atención.
  • Los budistas son esencialmente filósofos sin dioses. Se manejan con incontables tradiciones, creencias y prácticas rituales atribuidas a Buda Gautama. Como no tiene infierno, lo único a temer es el karma, una ley de causa y efecto por la que cada individuo recibe las consecuencias de sus propios actos. La oración es fácil, ya que solo hay que repetir mantras. Tampoco tiene cielo sino Nirvana, un estado mental de quietud, libertad y alegría.
  • El islamismo nos ofrece la posibilidad de odiar a gusto, maldecir o vengarse de los que no creen lo mismo y un cielo donde un harén de vírgenes espera a los que se inmolen por fe. Se puede tener varias esposas, solamente no hay que embriagarse ni comer cerdo y mantener cinco oraciones diarias. Como todo está escrito, no hay margen para la incertidumbre o el error personal.
  • Los animistas nos ofrecen interactuar con los influyentes espíritus de la naturaleza y una vida que continúa después de la muerte. Siempre están abiertos a cualquier nueva idea o pensamiento y cada uno decide cómo vivir. El alma sobrevive al cuerpo y pasa a un mundo más cómodo, de ambientes silvestres y entretenimientos. No tiene infierno ni molestos requisitos para la convivencia con el prójimo.
  • El ocultismo dispone de un amplio campo de experimentación sensorial, ya que reverencia al individuo. En su repertorio tiene sexo libre, experiencias alucinógenas, prosperidad material sin reglas, ningún compromiso con el prójimo y total libertad de conciencia sin culpa. Hay una treintena de corrientes, en un mercado en permanente renovación. Sus ídolos (entre los que siempre prevalece uno mismo) son un amor, ya que no juzgan al hombre y consienten su voluntad.
  • Candomblé, Umbanda y Santería son una variedad de creencias de origen africano/animista; son sincretistas por naturaleza, por lo que mezclan un sinnúmero de creencias, según la época y el lugar, y todas sus deidades tienen un equivalente entre los santos católicos. Practican la magia y la venganza es un derecho a ejercer. No hay restricciones para el sexo, la codicia, los vicios, el baile y las bromas; todos los excesos toman forma de ofrendas para su divertido panteón de divinidades.
  • El confusionismo es otro sistema filosófico en base a una ética humanista y social. Adoran a quien fue un hombre de carne y hueso y -como otras creencias orientales- practican el culto a los antepasados, porque sus almas todavía tendrían el poder de castigar o beneficiar a sus descendientes. Por eso sus ritos funerarios son complejísimos e indispensables para que todo esté bien con los que se fueron para vigilar desde la eternidad. Sostiene que hay muy pocos hombres superiores (que crecen espiritualmente mediante la auto-superación) y un montón de “hombrecillos”.
  • Los sintoístas veneran los ancestros y los espíritus de la naturaleza. Dejan que las leyes e instituciones terrenales regulen los temas morales y éticos de la vida. Reconocen alrededor de ocho millones de dioses, que van en aumento. Sienten un temor reverencial por los fantasmas y dependen de incontables ritos de hechicería y supersticiones. No tiene una teología muy rígida, son más bien pragmáticos.
  • La cienciología es un sistema de creencias que cautiva a los pudientes, especialmente las grandes celebridades de Hollywood (a quienes esquilma). Opera mediante membresías y franquicias y se basa en la psicoterapia, que ha sido elevada a la categoría de credo. El ascenso espiritual se verifica mediante auditorías pagadas. Se puede hacer más o menos lo que se quiere, siempre que las cuotas estén al día. Su creador, surgido del ocultismo y el misticismo, postula que el universo es solo material y los seres humanos han sido creados por extraterrestres.
  • El neopaganismo (los nuevos brujos) son la versión más moderna de la magia y el esoterismo. Practican rituales, encantamientos, fiestas y celebraciones y, como también son humanistas, mantienen una conveniente línea difusa entre lo correcto y el error, sin meterse con las decisiones ajenas. Tienen una veintena de escuelas y movimientos, que adoran la tecnología, el misticismo, la simbología y los enigmas. Están en pleno avivamiento.
  • El gnosticismo es otra corriente que mezcla todo. Tiene un conjunto de ideas antiguas y sistemas religiosos que aman el conocimiento sobre la espiritualidad. Ven la existencia material como defectuosa y malévola. Buscan la divinidad suprema mediante intuiciones místicas o esotéricas. No creen en el pecado ni el arrepentimiento, sino en la iluminación.
  • Los agnósticos no tienen un credo, sino un método. Son esencialmente intelectuales dependientes de la razón. No afirman ni niegan la existencia de un ser superior, simplemente dicen que no puede ser demostrado de un modo fiable. Afirman que la conciencia que Dios tiene de sí mismo, no es otra que la conciencia que el hombre tiene de Dios. O sea, Dios no existe; por consiguiente, viven según sus egos.
  • La psicología entra en la lista no como una religión sino objetando todas las religiones y creencias, al tiempo que establece sus propias reglas de vida a nivel de doctrinas. No acepta que el hombre tenga una inclinación natural hacia el mal. Sostiene que ninguna conducta humana es “pecaminosa” en sí y ofrece mecanismos de justificación para cualquier comportamiento, mientras no dañe intencionalmente a terceros o la psiquis del paciente. Sustituyó la búsqueda del perdón de Dios por el perdón de uno mismo. Enseña que los problemas humanos son exclusivamente de naturaleza mental, sin relación con condición espiritual alguna. Considera la fe un “comportamiento supersticioso” y un “autoengaño”. Asume que la Palabra de Dios no tiene nada que ofrecer para los problemas profundamente arraigados en la persona, que solo los podrá resolver recurriendo al tratamiento psicoterapéutico. Centra sus paradigmas en el hombre y sus posibilidades. Ha sido un gran respaldo para los existencialistas, los movimientos hippie, LGBTIQ+, feminista y abortista. Casi todos sus profesionales van a terapia por los mismos diagnósticos que tratan.

Este pantallazo no exhaustivo sobre algunos credos, pretenden ilustrar que el punto de encuentro de casi todos ellos es la libertad de conciencia y acción, oculta detrás de una pantalla de falsa espiritualidad que se expresa por la vía del antropocentrismo, el ritualismo y las supersticiones.

Todas funcionan mediante un vínculo que depende de ritos, tareas y méritos del creyente para ayudar a caminos, planes y propósitos supuestamente divinos.

Ofrecen dogmas flexibles que se expresan mediante “teologías” que resultan de acumular aportes de las fuentes más diversas, que se mezclan, renuevan y/o actualizan cada tanto. Su inconsistencia teológica habla tanto de sus seguidores como de sus guías, fuentes y principios.

El cristianismo evangélico, protestante o reformado se diferencia de todas ellas en que dispone de un libro único como fuente de fe. Obra que ha resistido todos los ataques imaginables por milenios, para contarnos la historia del origen, diseño y propósito de la creación del universo, del mundo y de la vida, según su propio autor, sin distorsiones místicas ni mitológicas.

El Dios que inspiró ese libro estuvo entre nosotros y nos enseñó que solo hay dos destinos eternos para las decisiones que tomaremos libremente durante nuestras cortas vidas y nos mostró el plan perfecto que ideó para que eligiéramos bien. Nos aclaró que el camino hacia Él es estrecho y trabajoso y firmó con su propia sangre el pacto de no abandonarnos nunca si lo aceptamos como nuestro Señor y Salvador y caminamos con Él, que pagó con su sangre el precio de nuestra reconciliación con Dios.

Resumiendo, el abismo que hay entre el Evangelio de Cristo y las demás creencias, es que no miente y es absolutamente consistente en sus principios, plasmados en un solo libro que jamás recibió cambios ni actualizaciones; y sus verdades pueden ser incómodas, pero iluminan el camino hacia el Reino de Dios, de paz eterna y perfecta justicia. El que quiera oír, que oiga.

C.C.