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Música mundana en los altares

Ene 18, 2021

Es cierto que Dios creó la música; pero -como a otras creaciones divinas- Satanás la corrompió en su reino y viene haciendo un trabajo intenso sobre ella.

Hay géneros musicales completos que, de ninguna manera, podrían ser interpretados como apropiados para adorar a Dios o como espiritualmente inofensivos; tales los casos del rock, heavy metal, electrónica, disco, rap, pop, hip hop, reggaetón, tecno, bachata, cumbia, salsa, merengue, rumba, chachachá, candombe, norteña mexicana, samba, bossa nova y otros ritmos -todos bailables- que siguen subiendo a los altares de la mano de inescrupulosos, ansiosos de popularidad y ganancias.

Es una gran mentira que cualquier tipo de música es apto para adorar a Dios, como se sostiene cada vez con más frecuencia. Equivaldría a decir que una caja de granadas o un barril de cerveza también pueden servir como altar o que un hipódromo es apropiado para congregarse.

A nadie se le escapa que la música secular induce a la rebeldía, al sexo libre, al adulterio, a las experiencias con alucinógenos, al odio, la violencia, la obsesión, el suicidio, el ocultismo, la venganza, la rebeldía, el culto a los vivos y a los muertos, al lenguaje obsceno y todo tipo de inmoralidades. Eso sí, con una musicalización agradable, fácil de recordar y tararear.

Es frecuente escuchar: a mí no me importa la letra, me importa la música. El problema es que la letra determina el propósito para el que fue creado un tema musical, además de la condición espiritual de quien lo compuso. Vayan tres ejemplos contundentes: todos los temas románticos del cantante pop más vendido de la historia, con letras conmovedoras y melodías pegadizas, son dedicados a otros hombres; casi todos los ganadores de los mayores premios que otorga la industria musical (Grammy, American Music Awards, Billboard y MTV) practican el ocultismo y han reconocido públicamente pertenecer a sectas satánicas o esotéricas. El músico norteamericano ganador del último premio Nobel de Literatura, reconoció que tiene un viejo pacto con satanás para lograr el éxito. Lo llamó el jefe.

Otros ejemplos de lo que puede esconderse detrás de la música: Tres de los temas más vendidos y reproducidos de la historias contemporánea: Hotel California (Eagles), Rapsodia Bohemia (Queen) y Escalera al cielo (Led Zepellin), están dedicados a un hotel satanista de Baja California, a Belcebú y a una invocación ocultista, respectivamente.

Está comprobado científicamente que, hasta las moléculas de agua reaccionan de diferente manera según el tipo de música. Del mismo modo, la música afecta nuestro comportamiento, relaciones y carácter.

Aplicar discernimiento espiritual para la selección de la música que escuchamos y la que aceptamos en los altares, es una responsabilidad testimonial, tal como en el caso de nuestras amistades, expresiones, conductas laborales y civiles, sobriedad, uso de los Medios de Comunicación e internet y demás hábitos que nos acercan (o alejan) de la santidad.

Precisamente, la falta de discernimiento es la que pudo llevar a una iglesia bautista a invitar a Whitney Houston a cantar góspel desde el púlpito. Mientras disfrutaban de su inigualable voz, ultrajaban la santidad del Cuerpo, al permitir ser ministrados por un espíritu perturbado por las adicciones, la lujuria, la codicia y la vanidad.

No debiéramos ser negligentes con este tema, sobre todo en tiempos en que la música es uno de los medios más utilizados por el enemigo para infiltrarse en nuestras congregaciones y en que nuestros ministros de alabanza y adoración son seducidos por la industria musical con premios, fama y dinero.

Pruebe quitarle el audio a un videoclip de bachata, reggaetón o cumbia ninja “cristiana” y observe los movimientos de la orquesta y de la congregación, las luces y los efectos especiales. Vea si encuentra alguna diferencia con el mundo.

Si usamos cualquier tipo de música “porque funciona”, según un reconocido devocionalista, el problema es que funciona para el mundo, no necesariamente para el Evangelio. Funciona para vender más, para ganar premios, para ser populares, pero no necesariamente para que se entienda la Verdad.

Difícilmente podamos adorar según la voluntad de Dios si meneamos la cadera, saltamos, damos gritos, silbamos y hacemos todo lo que se hace el mundo para divertirse y pasarla bien. ¿Qué diferencia tenemos con lo secular? ¿La luz del mundo baila como el mundo con la música del mundo? ¿La sal de la tierra sacude la cadera y hace pasitos y movimientos sensuales? ¿No es la misma música de las fiestas paganas, de las bailantas paganas, los carnavales pagamos, de los ritos paganos, de la idolatría carnal, de los festivales techno? ¿Qué puede haber de Jesucristo, nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, en toda esta inmundicia?

¿Por qué nuestros ministros de alabanza permiten que el mundo los premie? ¿Por qué aceptan honras de las corporaciones que manejan el mundo de la música secular, donde también se premia a traficantes, drogadictos, alcohólicos, promiscuos, homosexuales, travestidos, adúlteros, codiciosos, satanistas, brujos y todo género de seres que, incluso, superan con creces el carácter y conducta de los reprobados de 2 Timoteo 3?

¿Qué pasa con las autoridades y los propios creyentes de las congregaciones a las que pertenecen estos “adoradores” envilecidos que no los llaman al orden? ¿Están de acuerdo con que las organizaciones más paganas e inmorales del mundo los honren? ¿Acaso no leyeron (o no entendieron) Romanos 1:32?: hay condena tanto para los que tienen la mente reprobada como para los que se complacen con los que ellos practican.

En la adoración todo debiera estar santificado. De no ser así, adoradores y predicadores puede presentarse disfrazados de Batman o de Piñón Fijo o bien hacer los movimientos de Shakira y las gesticulaciones del Chavo del Ocho, mientras dicen servir al Señor. ¿No es acaso lo que se está viendo en gran número de congregaciones, permitiendo que el mundo se burle de nosotros?

La música fue creada para glorificar a Dios y solo el Espíritu Santo puede ministrarnos sobre lo que conviene a nuestra audición espiritual, pero no debemos interferir con su acción y darle lugar al culto racional y la renovación del entendimiento según la gran enseñanza de Romanos 12:1-2.

C.C.